miércoles, 11 de noviembre de 2009

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Del terror! ayer me di cuenta de que si elimino los garabatos de mi vocabulario cotidiano, me quedan oraciones con vacíos, largos vacíos que me demoro en completar, en buscar la palabra correcta, esa que tengo en la punta de la lengua, y en todo ese tiempo lo que quería decir perdió el sentido original, el receptor se desconcentró y el mensaje quedó flotando en alguna parte del aire. Pero no es raro, de alguna forma, como creo le sucede a mucha gente, los garabatos son parte de mi dicción diaria, ya son parte de la jerga chilensis, de la idiosincrasia. ¿Que haríamos sin el weón, La weá, la mierda, el chucha y todas esa palabras irreproducibles que son el sujeto o predicado de cada oración que pronunciamos?
Hice el ejercicio, hablar sin garabatos con la misma fluidez y espontaneidad, como si estuviera hablando con mi abuela o con mi jefa y sí, lo puedo hacer pero créanme que no sueno cool diciendo “por la miechica” o será que no me reconozco y no es que hable como leidi es simplemente que intento hablar como corresponde. En fin, sigo en mi campaña.

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